Colegio "Divina Providencia":
María Francisca de las Llagas Cornejo nació el 11 de Diciembre de 1874 en Quito-Ecuador, como alma privilegiada y predestina por el Señor con una vocación y carisma singulares. Emitió sus votos religiosos temporales en 1902 en compañía de cuatro hermanas que habían perseverado del grupo de Noviciado, así dio comienzo a su vida regular, en la que María Francisca de las Llagas se distinguía por su fidelidad a la Regla y Constituciones, por su trabajo y abnegación, fé y devocion a la Santísima Eucaristía.
El espiritu de María Francisca de las Llagas Cornejo, se extiende por el continente americano y asienta sus raíces en la calida Venezuela; Catia La Mar. Un 15 de Junio de 1974 se crea el Colegio "Divina Providencia", para desplegar el apostolado a través de la Educación.
María Francisca de las Llagas Cornejo nació el 11 de Diciembre de 1874 en Quito-Ecuador, como alma privilegiada y predestina por el Señor con una vocación y carisma singulares. Emitió sus votos religiosos temporales en 1902 en compañía de cuatro hermanas que habían perseverado del grupo de Noviciado, así dio comienzo a su vida regular, en la que María Francisca de las Llagas se distinguía por su fidelidad a la Regla y Constituciones, por su trabajo y abnegación, fé y devocion a la Santísima Eucaristía.
El espiritu de María Francisca de las Llagas Cornejo, se extiende por el continente americano y asienta sus raíces en la calida Venezuela; Catia La Mar. Un 15 de Junio de 1974 se crea el Colegio "Divina Providencia", para desplegar el apostolado a través de la Educación.
Visión:
La naturaleza, fin y espíritu del Instituto nos ha de llevar a una verdadera fraternización evangélica plasmada en oración, nutrida por la Palabra de Dios, la Santísima Eucaristía y la celebración del Culto Divino, viviendo del espíritu franciscano de caridad, donde se comparte la oración y el trabajo apostólico en fraternidad con sencillez y alegría.
Misión:
Es un instituto de vida consagrada en el que sus miembros emiten votos públicos de pobreza, castidad y obediencia según sus propias constituciones y viven según el carisma que por inspiración del Espíritu Santo recibió nuestra Madre Fundadora, a fin de conseguir la santidad y entregarse al servicio de la iglesia.